miércoles, 27 de abril de 2011

TERCERA VIA Y EL SOCIALISMO

IV SEMINARIO " LOS PARTIDOS Y UNA NUEVA SOCIEDAD".
Ciudad de México. Febrero del 2000.




TERCERA VIA Y SOCIALISMO



LA FUERZA DE LAS IDEAS.

Conviene recordar  que el pensamiento neoliberal tuvo un proceso de maduración que se inicia en la conferencia inaugural de Mont Pelerin, Suiza, en abril de l947. Participaron en ella, entre otros, economistas liberales prestigiados como Hayek, Rubbins, Popper, Friedman, Knight. En esa época  el liberalismo se encontraba desacreditado y era ideológica y políticamente poco influyente. Desde entonces  ha corrido mucha agua debajo del puente, y hoy, el pensamiento liberal domina en Occidente. La "tercera vía" o el "nuevo centro" no son sino la nueva derecha empeñada en cubrir el núcleo neoliberal de su programa con una delgada capa de miel social.

 El neoliberalismo no surgió, pues, de la noche a la mañana. Sus promotores siguieron una estrategia inteligente. Se propusieron, primero, ganar terreno en el espacio de las ideas hasta hacerse hegemónicos en universidades del Reino Unido y los Estados Unidos; formaron una columna de teóricos y propagandistas para esparcir sus teorías y puntos de vista en el mundo académico, cultural, en los medios de información; se empeñaron en recuperar el prestigio de las desacreditadas ideas económicas liberales teniendo como pilares de su acción centros de investigación, fundaciones, universidades y gabinetes de estrategia financiados por grandes empresas para promover el liberalismo económico; desplegaron una campaña sistemática, tenaz, multilateral,  para desautorizar el socialismo y generar desconfianza en sus filas, sacando ventaja muchas veces de deformaciones y errores reales. La Fundación del Patrimonio creada en Washington, por ejemplo, publicó en l980 su Mandato para el Liderazgo que sirvió como modelo al gobierno de Ronald Reagan, de la misma manera que el Instituto de Asuntos Económicos de Londres prestó servicios excepcionales a la primera ministra Thatcher, quien, agradecida,  escribió a su director, Ralph Harris: "La deuda que tenemos con usted es inmensa".

La victoria del neoliberalismo y su extensión por el planeta, bajo la batuta de Reagan y la señora Thatcher, fue precedida por una batalla intensa, persistente, global, en el terreno de las ideas, con la participación de sus mejores teóricos e intelectuales y el concurso de enormes recursos económicos y de propaganda a escala global. Con ese propósito crearon en todo el mundo instituciones que propagaron el liberalismo económico y el individualismo, contribuyeron al cambio de políticas económicas mediante el copamiento de instituciones multilaterales como el FMI, el Banco Mundial o el papel de sus miembros como asesores y creadores de políticas. Hayek, Popper, Friedman, entendieron bien que los cambios que se proponían alcanzar, retrocediendo la rueda de la historia, no tendrían éxito sin la labor de ablandamiento y convencimiento  de la artillería ideológica, teórica y cultural para demostrar la validez de sus tesis no importa si, carentes de fundamentos científicos, se refugian para ello en la apologética. Pues eso significa precisamente retomar, con obsesión fundamentalista, principios sobrepasados del liberalismo clásico del siglo XVIII.

La crisis del capitalismo en la década de los setenta puso al descubierto las carencias y los límites del keynessianismo. Fue la oportunidad para que volvieran a flamear las banderas antes desacreditadas del liberalismo y fuese ganando, con rapidez, un consenso que lo había perdido durante la crisis de 1929. La socialdemocracia, ubicada en una supuesta tercera vía, equidistante entre el capitalismo y el socialismo,  ya no se encontraba en condiciones de dar respuesta a los cambios producidos con la revolución técnica y científica ni satisfacía el hambre de ganancia del capital. Tampoco se sentía acosada por la presión del socialismo en ascenso o el auge revolucionario. El derrumbe de la exURSS y Europa Oriental, a fines de los ochenta y principios del noventa, dio término a la bipolaridad dejando el camino expedito para la expansión de la marea negra que arrastra el neoliberalismo

Pocos recuerdan el anunciado fin de la historia que corrió a cargo de Francis Fukuyama, que se propuso servir de pedestal para eternizar el liberalismo ideológico y el libre mercado capitalista. En menos de una década apenas si quedan defensores abiertos de sus tesis. Ahora, como se verá más adelante, hacen presencia defensores vergonzantes de los mismos puntos de vista, sólo que esta vez bajo el membrete de la tercera vía. La misma suerte correrá el neoliberalismo, cuestionado por sus fracasos a escala planetaria. Por ejemplo, su incapacidad para evitar las crisis internacionales; las amenazas que representa un sistema financiero desbocado, parasitario y sin control; el colapso del capitalismo impuesto en la exURSS  por Yeltsin y su corte de mafiosos; la crisis asiática; la tragedia africana bajo directa responsabilidad del Banco Mundial; la dos décadas últimas perdidas en América Latina; el crecimiento de la pobreza en el mundo y la polarización extrema Norte Sur y, en cada país por separado; la desocupación estructural en las mismas entrañas del capitalismo desarrollado;  la superconcentración monopólica que alcanza niveles gigantescos jamás imaginados;  la exclusión de las mayorías de la humanidad condenadas al atraso, la pobreza, el hambre, la incultura; la agresión sistemática al medio ambiente al punto de poner en peligro la misma sobrevivencia de los seres humanos sobre la tierra, etc.


LA TERCERA VIA COMO RECAMBIO DEL NEOLIBERALISMO

Es en este contexto que se ponen los primeros cimientos de lo que ahora, con gestos teatrales, se presenta como la "tercera vía" o el "nuevo centro".

 Su primera formulación, entendida como alejamiento de los principios  de la socialdemocracia tradicional y distanciamiento de su base social que fueron los trabajadores y los sindicatos reformistas, data de octubre de l987, y está planteado en el informe político del Partido Laborista Inglés.  Pero cobró redoblado vigor  como respuesta al agotamiento neoliberal y también al estancamiento político de los partidos socialdemócratas de Europa. No es una casualidad que sus gestores sean precisamente Clinton y Blair, o que se sumen voluntariosos excomunistas como Massimo D'alema.

Fue en febrero de l998, luego de una reunión de Clinton con Tony Blair en Washington, que  deciden crear un nuevo consenso mundial  de cara al siglo XXI, que respondiera a los cambios que se producen  con la globalización, que estimulen un nuevo liderazgo además de recuperar la confianza en la democracia capitalista cuyo deterioro crece a ojos vista.

 La declaración de junio de l999 rubricada por  Blair y Schoëder, se convierte en la plataforma programática que tiene como objetivo forzar un acuerdo común de la socialdemocracia internacional. La reunión de Florencia de fines del año pasado, con la participación de Clinton, Blair, Schoëder, D'Alema, Cardoso, Jospin, Almudia, entre otros, no alcanzó el consenso esperado por la oposición de estos últimos a la "tercera vía", quedando para la reunión de Dusseldorf, en marzo próximo, una solución que esperan definitiva. Leonel Jospin insiste en su consigna "economía de mercado, no sociedad de mercado".

La "tercera vía" marcha no sin dificultades en el propio seno de la socialdemocracia. En Alemania Schoëder debió expectorar, virtualmente, a La Fontaine, opuesto al "nuevo centro" que promueve aquel. En Inglaterra encuentra la resistencia del "rojo" Livingstone, futuro alcalde de Londres, opuesto a la privatización del Metro de la ciudad capital. En España, el PSOE, iniciador real de la tercera vía durante el gobierno de Felipe Gonzáles, acaba de llegar a un acuerdo electoral con IU donde uno de los puntos básicos de la plataforma es las 35 horas semanales de trabajo. Los obstáculos que debe vencer no son fáciles ni pequeños. El descrédito creciente que acompaña al neoliberalismo no dejará de ensombrecer su prédica demagógica. Por lo demás - y no es pequeña cosa - su campo de acción está limitado porque se propone reformar, una vez más, el capitalismo, a cambio de ocultar sus contradicciones fundamentales.

DEL ESTADO BENEFACTOR AL NEOLIBERALISMO SOCIAL

La crisis del capitalismo de la década de los setenta cerró el ciclo del Estado de bienestar que se construye luego de la gran crisis del 29 y que se expande después de la Segunda Guerra Mundial, buscando ponerle atajo a la creciente influencia del socialismo en ascenso y al auge de la lucha de los trabajadores por sus derechos fundamentales. A lo anterior se suma la recuperación del capitalismo en Europa que le permite hacer concesiones sociales  con la clara intención de impedir o neutralizar su radicalización e identificación con el socialismo. Es la época de la guerra fría y de la bipolaridad.

 Este ciclo concluye a fines de los 80 y principios de los 90 con el derrumbe de lo que fue la URSS y sus países satélites de Europa oriental. Si la crisis del capitalismo de los 70 estimula las condiciones para el ingreso del neoliberalismo como fuerza ideológica, económica y cultural dominante, teniendo como artillería pesada el dominio del mercado, la privatización, la desregulación laboral, el capital financiero, la concentración monopólica, junto a la filosofía individualista, pragmática y consumista, de desclasamiento de los trabajadores; acelera al mismo tiempo la crisis de los partidos de izquierda, de la que no es ajena la socialdemocracia internacional.

La presión ideológica y política del neoconservadurismo obligó a cambiar los sistemas ideológicos tradicionales de muchos partidos socialistas y reformistas. Si es verdad que la mayoría de los gobiernos de la Comunidad Europea se alinea con la socialdemocracia, es igualmente cierto que éstos ya no son los mismos de dos décadas atrás, y que más bien se asimilan al neoliberalismo o liberalismo social. No se puede descontar el peso que significaron los cambios en la correlación de fuerzas a escala mundial y  el predominio del imperialismo, sobre todo norteamericano, que de pronto se encontró dueño del escenario.

 Se ha producido así una tendencia general aparentemente extraña y contradictoria: el desplazamiento ideológico y político de partidos socialdemócratas a la derecha. Para ser más exactos: la derechización de muchos partidos excomunistas, socialistas y socialdemócratas es un hecho histórico. De la misma manera que la transmutación de la derecha neoliberal en centrista, como se puede observar en los casos de Lavin en Chile, y Aznar en España.  La tercera vía o nuevo centro, más allá del discurso alambicado de sus patrocinadores es, en realidad, la nueva derecha. Este es el dato esencial. En el trasfondo de estos "cambios" se encuentran factores objetivos determinados por  contradicciones del mismo sistema capitalista, y también subjetivos  que aceleraron la crisis de los partidos socialdemócratas tradicionales. Desde luego, también hay que contar elementos instrumentales y pragmáticos para recuperar posiciones perdidas  y  acceder al gobierno. El pragmatismo y el oportunismo político de Blair puede considerarse paradigmático.

La socialdemocracia se nutrió en sus orígenes del marxismo. Con Bernstein y Kausky se inicia su desviación hacia el reformismo y hacia la conciliación de clases. Entonces se ubican en una supuesta tercera vía equidistante entre el capitalismo y el socialismo. Ahora han avanzado en su derechización hasta identificarse como los nuevos defensores del capitalismo en el mundo globalizado y de la informática.

La cuestión medular que se plantean sus promotores teóricos e intelectuales es la siguiente: si la socialdemocracia estuvo siempre vinculada al socialismo "¿Qué orientación debía tener en un mundo en el que no hay alternativa al capitalismo?" (1). Para Clinton, Blair, Schoëder, el socialismo y el marxismo" están muertos". Esa vía está terminada. Ya no se trata de buscar una alternativa de "justo medio" entre el capitalismo y el socialismo, sino al interior del capitalismo mismo, entre el neoliberalismo que consideran fracasado y la viaja socialdemocracia desfasada y agotada.

 De allí la pregunta clave: "¿Tiene todavía algún sentido estar en la izquierda ahora que el comunismo se ha desplomado completamente en Occidente, y el socialismo...se ha disuelto"? (2). La única conclusión que se puede extraer de la argumentación "innovadora" que proponen es que la "tercera vía" de Clinton-Blair o el "nuevo centro" de Schoëder es una reforma del sistema capitalista para adecuarlo mejor a las condiciones de la globalización y la "sociedad de la información," haciéndolo más digerible para los trabajadores de cuya representación social, sin embargo, se desprenden. Pues, como admite Giddens, "los partidos socialdemócratas ya no tienen un bloque de clase consistente en quien confiar" (3).  Pero también como respuesta a la crisis de la democracia liberal y al desencanto que se extiende en los países centrales del capitalismo y  en el Tercer Mundo. Una reforma, además, que no cuestiona el orden y la globalización neoliberal, sino, asumiéndolos, se propone "humanizarlos" dándoles el sello social del que carece, en una economía dominada por los monopolios y hegemonizada por las 7 potencias capitalistas más desarrolladas, que excluye a la inmensa mayoría de la humanidad.

Por eso resulta totalmente intrascendente y tramposa su afirmación de que "es una tercera vía en cuanto que es un intento para trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el neoliberalismo" (4). Para resumirlo con benevolencia, con el riesgo de herir sus oídos: esta es la "izquierda" que tiene que gobernar con el programa de la derecha en beneficio de la derecha.

Desde luego que se vienen produciendo cambios en todas las esferas de la vida. Es imposible desconocer las consecuencias de la revolución científico-tecnológica. La internacionalización o mundialización del capital es un hecho objetivo. Sin estas condiciones excepcionales no podría entenderse la expansión que caracteriza la economía norteamericana en la última década. Pero es igualmente verdad que sus beneficios alcanzan a un 20 por ciento de la población mundial; que el sistema financiero, hoy dominante a expensas de la producción y el comercio, no tiene control; que la hinchazón o burbuja amenaza estallar en el corazón mismo del capitalismo, los Estados Unidos.

Los  logros alcanzados por la humanidad brindan la posibilidad real de resolver sus problemas básicos, de contar con una sociedad racionalmente organizada, humanizada, en relación armoniosa con su medio ambiente. Quien lo imposibilita es la burguesía y el sistema capitalista, su afán desmedido por la tasa de ganancia y la concentración de la riqueza,  la mercantilización de la condición humana y sus valores.

EL FANTASMA DEL SOCIALISMO

Partiendo de la premisa de que "el socialismo está terminado" como alternativa al capitalismo, y no quedando otra posibilidad que ajustarse a los limites que tolera el capitalismo, la "tercera vía" asume en todos sus alcances la tesis del "fin de las ideologías" y "de la historia" de Fukuyama. La descalificación de la izquierda como concepto político no es casual. Derecha e izquierda son declarados  conceptos obsoletos, vaciados de contenido, en un mundo donde lo que se constata, de acuerdo con sus propagandistas, es la "defunción del socialismo". Al estar terminado como proyecto social y económico, su conclusión es  que "nadie tiene ya alternativa al capitalismo". (5) Dicho de otro modo: el capitalismo puede ser reformado, "humanizado", perfeccionado, pero no superado. Ha llegado, pues, el fin de la historia.

Si la socialdemocracia renovada (que deja de lado la vieja socialdemocracia que dominó en las décadas pasadas, fuertemente cargada con el espíritu del Estado de bienestar) "ha de estar a la izquierda del centro, porque la justicia social y la política emancipadora sigue constituyendo su esencia" (6) es más por razones de convencionalismo político que por razones de principio. En todo caso, se trata de un centro al interior del mismo capitalismo y de una "izquierda" dentro del mismo espectro.

Por eso no se encuentra en sus documentos fundamentales ninguna crítica a los monopolios. A lo sumo propuesta de medidas para limar sus garras. Podría sostenerse que sintetiza un conjunto de valores y metodologías que reflejan las exigencias del capitalismo actual y de  la sociedad de la información. Esto explica porqué, no obstante asumir la muerte del socialismo y el marxismo, su punta de ataque sigue siendo el socialismo y el marxismo que "siguen rondándonos" (7).

La afirmación de Tony Blair de que la Tercera Vía "es un camino de renovación y éxito para la moderna democracia social" que se libra "del peso de una ideología obsoleta", es la renuncia manifiesta a los postulados de la socialdemocracia que adquirió su identidad después de la Segunda Guerra Mundial. La "ideología obsoleta" que cita, se refiere a los mínimos elementos de socialismo que aún quedaban. Es el ruptura total con su pasado reformista. No debe sorprender su alianza estratégica con Clinton ni sus esfuerzos desbocados para arrastrar detrás suyo, como ya ocurrió con Schoëder en Alemania, a toda la socialdemocracia, con la promesa de renovación y modernización.

Pero la vida no siempre sigue los designios de las personas. Si el neoliberalismo se vio confrontado con la realidad en un lapso no muy prolongado, mostrando hasta la saturación sus falacias e incompetencias, no será otra la suerte que corran los abanderados del nuevo neoliberalismo vestido de rosa.

POLITICA INTERNACIONAL AGRESIVA

La guerra de Kosovo mostró otra de las facetas de la "tercera vía": su política internacional.

Se trata de una interpretación nueva y agresivamente autoritaria del concepto de la globalización. No está lejos de la verdad la descripción de esta guerra, que asoló Yugoslavia,  como   de  la "tercera vía", pues allí se puso en práctica la teoría de la "comunidad internacional" de casa hacia el mundo entero y de la política exterior de las potencias occidentales determinada por valores morales, que ellos definen de acuerdo a sus intereses geoestrágicos. De esta manera  quienes controlan las armas más modernas pueden impunemente pisotear la soberanía de las naciones pequeñas o débiles. El núcleo de esta teoría consiste en definir un nuevo principio: la soberanía nacional es menos importante que los derechos humanos, por lo que  puede un país ser intervenido militar y unilateralmente, por las grandes potencias, aduciendo razones humanitarias, de prevención del "exterminio étnico" o cualquier otro pretexto. Con ello se deja sentado que carece de relevancia el principio de autodeterminación y no intervención, desde luego cuando se trata de países débiles como Yugoslavia, por ejemplo,  contra los cuales se puede descargar todo el potencial bélico de la OTAN en una "guerra" totalmente injusta y desigual. Desde luego otro es el punto de mira cuando se trata de  las potencias agresoras que jamás permitirían, por ninguna razón, que toquen un pelo de su soberanía.

 Si antes la seguridad del imperio podía servir de pretexto para la intervención de sus fuerzas militares en cualquier rincón del mundo, ahora el intervencionismo militar se justifica por razones morales. Se puede decir, con razón, que el intervencionismo que se escuda detrás de la teoría de la "comunidad internacional" es aun más agresivo, irracional y prepotente que aquel.

Esto está en correspondencia con los intereses del imperialismo y los monopolios, y de ninguna manera con los intereses de los trabajadores y los pueblos. La guerra de Kosovo ha puesto de manifiesto que la "tercera vía" o el "nuevo centro" impulsan una política exterior agresiva e intervencionista, y de ninguna manera una política de paz. Esto es aún más peligroso si se toma en cuenta que terminó la bipolaridad y la posibilidad de una guerra en gran escala es mínima. No tiene ninguna justificación la permanencia de la OTAN ni el armamentismo de los países  bajo su sombrilla, que no sea  imponer el pensamiento único y el orden internacional basado en los intereses estratégicos y hegemonistas del imperialismo.

Kosovo muestra el camino que seguirá la coalición de países capitalistas atrincherados en la OTAN, ahora bajo hegemonía de los defensores de la "tercera vía", en la que la "limpieza étnica" no es más que un pretexto para sus fines expansionistas. Colombia o cualquier otro podrían ser el próximo país que siga sus huellas, con los resultados conocidos.

EL PROBLEMA DE NUESTRA EPOCA

En septiembre de l928, en uno de sus textos definitivos, José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista del Perú, escribió: "Capitalismo o socialismo. Este es el problema de nuestra época"(8). A pesar de la distancia que nos separa de entonces, y de los cambios producidos, ésta es una idea que conserva toda su fuerza y convocatoria a la lucha. En otro momento, en una conferencia dictada a los trabajadores arribó a la siguiente conclusión:  El capitalismo no puede hacerle concesiones al  socialismo" (9). Precisamente por eso, coherente con sus convicciones marxistas, volvió a insistir: "En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer camino...En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo" (10 ).

El capitalismo ha dado muestras de adaptación a los cambios que se producen. No corresponde a la verdad el catastrofismo basado en la idea de su pronto derrumbe que circuló en el movimiento comunista en el pasado, tampoco la idea de que el socialismo marcharía sin dificultades por rieles aceitados. En el discurso de apertura del XVIII Congreso del Partido Comunista (b) de la U.R.S.S., en marzo de l939, V. Molotov hizo la siguiente afirmación: "Hemos terminado otra etapa histórica más de la revolución comunista en la U.R.S.S. Hemos concluido, en lo fundamental, toda una época de labor constructiva, para entrar en una época nueva, en la del paso gradual del socialismo al comunismo" (11). Esta apreciación, cuyo exagerado optimismo no  correspondía a la realidad, refleja muy bien el subjetivismo que dominó mucho tiempo en el pensamiento de los comunistas.

Ni el capitalismo se derrumbará de la noche a la mañana, ni cada crisis que lo sacuda  llevará necesariamente a la revolución, ni el socialismo se construye en un lecho de rosas. Las marchas y contramarchas, los avances y retrocesos, las victorias y las derrotas, los aciertos y los errores, serán parte del proceso de su realización. De lo que sí podemos estar seguros es que el capitalismo, no importan los éxitos que lo acompañen, pues estos serán siempre temporales, no está en condiciones de resolver las contradicciones profundas que se mueven en sus propias entrañas, ni es eterno ni imbatible. El socialismo es inevitable, no importa las vueltas y revueltas que deba atravesar, más allá de los errores de su conducción o de las deformaciones y traiciones que eventualmente se puedan presentar. Pero deberá seguir un camino difícil, complejo, arduo, que someterá a prueba la voluntad, el temple,  la sabiduría de los comunistas y los pueblos. Nunca el triunfalismo ni el derrotismo fueron expresiones de sabiduría y madurez.

En efecto, el capitalismo y sus representantes ideológicos y políticos jamás hicieron concesiones al socialismo o cedieron un palmo, voluntariamente. Nunca se dejaron ganar por el derrotismo. Asumieron la defensas de sus intereses con fiera terquedad y con odio de clase. Los que muchas veces vacilaron y abdicaron de sus convicciones, los que perdieron la confianza en sus objetivos, los que se dejaron ganar por el pesimismo y el confusionismo, estuvieron más bien en las filas del socialismo. Eso explica el paso de partidos comunistas enteros al campo de la burguesía. También la abdicación de los socialdemócratas de ayer que ahora se pasan, con armas y bagajes, al liberalismo, convencidos torpemente de que ya no es posible ninguna "alternativa al capitalismo".

TENER IDEAS DEFINIDAS Y FIRMES

Una cosa es clara: para vencer es indispensable tener las ideas claras, los objetivos definidos, la voluntad acerada. Quien gana en el terreno de las ideas estará sentando las bases para sus ulteriores victorias políticas.

Esta lección no debe ser olvidada. Pero para ello no es suficiente, sin embargo,  la crítica radical al capitalismo, a las teorías en que se apoya. Tanto o más importante  son las alternativas que se proponen y construyen en cada etapa o fase de la lucha de clases. El socialismo no debe ser confinado a un conjunto de conceptos generales, abstractos, incomprensibles para la gente. Siendo una necesidad objetiva del desarrollo de la sociedad, necesita responder a las condiciones de su tiempo, anticiparse a los procesos en curso, convertirse en bandera accesible para millones de hombres y mujeres y realizable por ellos. Necesita ser, en palabras de Mariátegui, "creación heroica del pueblo".

Sabemos que no es fácil salir de la actual fase de reflujo y defensiva en que nos encontramos. Necesitamos encontrar respuestas nuevas a problemas nuevos. Persistiendo en los principios fundamentales y tomando en cuenta los datos concretos de la realidad, volcando las energías a una mayor recuperación de los lazos con los trabajadores y la juventud, estaremos en mejores condiciones de enfrentar con éxito este desafío.

Precisamente por las consideraciones señaladas es indispensable  intensificar la lucha ideológica y teórica para poner en evidencia la precariedad del neoliberalismo, su incapacidad congénita para resolver los problemas de la humanidad; también las falacias de la "tercera vía", que no es lo nuevo que anuncian sus mentores ni es la respuesta que necesitan los pueblos, sobre todo en América Latina, para salir del dominio neocolonial del imperialismo, del atraso, de la pobreza y la exclusión a que están condenados  bajo el régimen capitalista.


Lima, 10 de febrero del 2000

Alberto Moreno Rojas

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1.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 36, Ed. Taurus, 1999.
2.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 36.
3.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 35
4.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág.  38
5.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág. 57
6.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág.  59
7.- Anthony Giddens, La Tercera Vía, pág.  11
8.- J.C. Mariátegui. Ideología y Política, Pág. 249, tomo 13 de sus obras completas.
9.- J.C. Mariátegui. Historia de la Crisis Mundial, Pág. 23, tomo 1 de sus obras completas.
10.- J.C. Mariátegui. Ideología y Política, Pág. 246, tomo 13 de sus obras completas.
11.- V. Molotov . Discurso de apertura en el XVIII Congreso del P.C. (b) de la URSS. 1939


PORQUE SOMOS COMINISTAS

POR QUÉ SOMOS COMUNISTAS

Esta es una pregunta que todo revolucionario debe hacerse y responder con honestidad y franqueza. No por desconfianza o convencionalismo, sino por lealtad a sus propias convicciones.

Ironizando la deserción de no pocos militantes comunistas, los escribidores a sueldo de la burguesía suelen decir: en su juventud, radicales; en su madurez, conservadores. Los hechos, sobre todo si examinamos la experiencia de las dos últimas décadas en la que, centenares de dirigentes y cuadros que en un momento se reclamaron comunistas o revolucionarios terminaron haciendo tienda con los representantes del capital o promotores del neoliberalismo, parecería darles la razón.

Según ese criterio el apasionamiento de los jóvenes comunistas y revolucionarios es un problema de edad, de inmadurez; de la misma manera que la madurez los torna ecuánimes, es decir en parte del sistema una vez pasado el sarampión juvenil.

Explicación tan simplista encubre la realidad más profunda del problema.

Quienes asumimos el comunismo como ideología y como teoría de la revolución social estamos convencidos de la inevitabilidad de la sustitución del capitalismo, sistema basado en la explotación y la opresión del trabajador, por otro donde desaparezcan ambas para dar paso a otro nuevo, sin explotados ni explotadores, basado en la justicia social, la igualdad, la solidaridad, la plena libertad: el socialismo.

El medio para lograrlo es la lucha de clases del proletariado, clase antagónica de la burguesía, cuyos intereses generales y concretos asume el partido comunista.

Pero el dominio que ejerce la burguesía en la sociedad no se limita al ámbito económico; es también así en el terreno de la política, la ideología y la cultura. Lo nuevo que nace y está en desarrollo debe enfrentar, pues, una inmensa fuerza protegida desde el Poder estatal establecido, que nunca cederá un milímetro sin resistencia ni aceptará la pérdida de sus ventajas y privilegios.

A ello hay que sumar el surgimiento del imperialismo y su desbocado expansionismo actual bajo la égida de los EE.UU., que no tolera el derecho de los pueblos a la autodeterminación y menos que se instale el socialismo.

La lucha es, pues, enconada y sin tregua. En todos los terrenos y en todas las formas. No pocos ceden a las ventajas que le ofrecen a cambio de la abdicación de sus convicciones,  a la tentación de la torta burocrática, a los privilegios que les ofrece el capital,  o se someten al chantaje y la represión. Resquebrajada sus fortaleza ideológica todo lo demás vendrá por añadidura. Así surgen los oportunistas o los tránsfugas del socialismo.

El comunista no es tal por razones solamente éticas o morales, porque le indigna los abusos, la explotación o la pobreza. Sus convicciones nacen de la constatación de que el capitalismo no está en condiciones de resolver las contradicciones fundamentales que aquejan a la sociedad peruana ni de satisfacer las necesidades humanas ni la preservación del medio ambiente. Que un mundo mejor y superior es posible. Marx advirtió con lucidez que el capitalismo creaba las condiciones materiales para ese cambio, pero también la clase social que la haría posible: el proletariado.


Esta probado que en el Perú la burguesía, subordinada al gran capital transnacional cuyo centro es Estados Unidos y Europa, no ha sido siquiera capaz de construir un capitalismo moderno ni un mercado nacional vigoroso. Esa es la dimensión de su dependencia y su atraso.

Está demostrado en los hechos que el Perú no tendrá un futuro exitoso siguiendo ese camino. Cambiar esta realidad desde sus raíces se llama revolución, socialismo. Un cambio de esa dimensión necesita de un partido político de clase,  un destacamento especial capaz de conducirlo y un pueblo trabajador capaz de realizarlo.

Una tarea de esas características exige una clara conciencia de sus alcances y consecuencias, un sustento teórico que le dé fundamento y una voluntad acerada  junto a elevadas convicciones de parte de quienes se atreven a enarbolarla. Ese sustento teórico es el marxismo leninismo, y esa voluntad el compromiso militante de los comunistas. No es suficiente, pues, la emoción social, el estado de ánimo beligerante o la repugnancia moral a un sistema que se pudre.

Asumir el comunismo es marchar siempre contra la corriente, a manera del salmón. Someterse a riesgos y asumir una voluntad de entrega a un ideal justo sin pedir nada en recompensa personal. Entender la vida de una manera distinta a la que entienden la burguesía o el pequeño burgués que se mueve siempre entre la ilusión de ser alumbrador de lo nuevo y, al mismo tiempo, esperanzado buceador de los privilegios que pueda ofrecerle la burguesía. No es casualidad que la abrumadora mayoría del los “balseros” o tránsfugas provengan de esta cantera social.

Muchos de ellos, ahora disfrutando del “poder” apoltronados en los sillones de la burocracia toledista, no lo son porque perdieron su beligerancia juvenil, sino porque prefirieron acomodarse a los privilegios dentro del sistema,  porque se han vendido a cambio de trece monedas para colocarse al servicio de los “dueños del Perú”.

Otra cosa es que el Partido tenga deficiencias o incurra en errores de tal o cual naturaleza. Que sus militantes no se hayan depurado aún de la influencia ideológica, cultural o ética decadentes. Todo esto es subsanable y debe corregirse con firmeza. Para eso tenemos el arma de la lucha ideológica, de la crítica y la autocrítica, de la autocomprobación en el curso de la práctica revolucionaria.

No es, pues, fácil ser comunista. Como no lo es todo lo que significa cambiar la realidad económica y social. De un lado, porque existen fuerzas poderosas que buscan perpetuar lo establecido recurriendo a todos los medios: legales e ilegales, ideológicos y coercitivos, de presión o corrupción. Del otro, porque ser comunista equivale a cambiar él mismo, a dejar de lado concepciones, hábitos y tradiciones decadentes que vienen de atrás, a ir construyendo nuevos valores, estilos, métodos de trabajo propios del proyecto histórico que aspira construir.

Entiende la política no como ventaja, como aspiración personalista o privilegio a ganar, sino como entrega a una causa justa al servicio del pueblo peruano. La política, expresaba Mariátegui, “es hoy la única grande actividad creadora. Es la realización de un inmenso ideal humano”. Por eso, agrega, “la política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria”.

Esa es la política comunista, ajena a toda forma de oportunismo o arribismo. Distinta a la conducta mercantilizada donde los candidatos se venden o compran como cualquier producto comercial, y donde la corrupción es consustancial con el afán de enriquecimiento fácil o el disfrute de privilegios que otorga el Poder.

No es, pues, sencillo, ser comunista. Nada hay de extraño que en su camino quienes militan en sus filas encuentren siempre inmensas dificultades y retos, amenazas y reveses transitorios, o también trampas y cantos de sirena ofrecidos por el adversario para disuadirlo o corromperlo. Y nada hay más legítimo, noble y elevado que asumir sus banderas, que son las de la humanidad progresista, dueña de su destino, liberada de la explotación del hombre por el hombre.

SOBRE LA PRACTICA

Mao Tse-tung


  SOBRE LA PRACTICA[*]
SOBRE LA RELACION ENTRE EL CONOCIMIENTO Y LA PRACTICA,
ENTRE EL SABER Y EL HACER
Julio de 1937

Obras Escogidas de Mao Tse-tung
                             EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS

 
    El materialismo premarxista examinaba el problema del conocimiento al margen de la naturaleza social del hombre y de su desarrollo histórico, y por eso era incapaz de comprender la dependencia del conocimiento respecto a la práctica social, es decir, la dependencia del conocimiento respecto a la producción y a la lucha de clases.

    Ante todo, los marxistas consideran que la actividad del hombre en la producción es su actividad práctica más fundamental, la que determina todas sus demás actividades. El conocimiento del hombre depende principalmente de su actividad en la producción material; en el curso de ésta, el hombre va comprendiendo gradualmente los fenómenos, las propiedades y las leyes de la naturaleza, así como las relaciones entre él mismo y la naturaleza, y, también a través de su actividad en la producción, va conociendo paulatinamente y en diverso grado determinadas relaciones existentes entre los hombres. No es posible adquirir ninguno de estos conocimientos fuera de la actividad en la producción. En una sociedad sin clases, cada individuo, como miembro de la sociedad, uniendo sus esfuerzos a los de los demás miembros y entrando con ellos en determinadas relaciones de producción, se dedica a la producción para satisfacer las necesidades materiales del hombre. En todas las sociedades de clases, los miembros de las diferentes clases sociales, entrando también, de una u otra manera, en determinadas relaciones de producción, se dedican a la producción, destinada a satisfacer las necesidades materiales del hombre. Esto constituye la fuente fundamental desde la cual se desarrolla el conocimiento humano.

    La práctica social del hombre no se reduce a su actividad en la producción, sino que tiene muchas otras formas: la lucha de clases, la vida política, las actividades científicas y artísticas; en resumen, el hombre, como ser social, participa en todos los


    * En nuestro Partido había cierto número de camaradas dogmáticos, que, durante largo tiempo, rechazaron la experiencia de la revolución china, negaron la verdad de que "el marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción", y trataron de intimidar a la gente con palabras y frases de las obras marxistas, sacadas mecánicamente fuera del contexto. Había también cierto número de camaradas empíricos, que, durante largo tiempo, se limitaron a su Fragmentaria experiencia personal, ignoraron la importancia de la teoría para la práctica revolucionaria y no vieron la revolución en su conjunto; aunque trabajaron con diligencia, lo hicieron a ciegas. Las ideas erróneas de unos y otros, y en particular las de los dogmáticos, causaron [cont. en pág. 318. -- DJR] entre 1931 y 1934 enormes daños a la revolución china; además, los dogmáticos, disfrazados de marxistas, desorientaron a gran número de camaradas. El camarada Mao Tse-tung escribió "Sobre la práctica" con el fin de denunciar, desde el punto de vista de la teoría marxista del conocimiento, los errores subjetivistas de dogmatismo y de empirismo en el Partido, especialmente el de dogmatismo. Este trabajo se titula "Sobre la práctica" porque pone énfasis en la denuncia del dogmatismo, variedad del subjetivismo que menosprecia la práctica. Las concepciones contenidas en este trabajo las expuso el camarada Mao Tse-tung en una serie de conferencias dadas en el Instituto Político y Militar Antijaponés de Yenán.
dominios de la vida práctica de la sociedad. Por lo tanto, va conociendo en diverso grado las diferentes relaciones entre los hombres no sólo a través de la vida material, sino también a través de la vida política y la vida cultural (ambas estrechamente ligadas a la vida material). De estas otras formas de la práctica social, la lucha de clases en sus diversas manifestaciones ejerce, en particular, una influencia profunda sobre el desarrollo del conocimiento humano. En la sociedad de clases, cada persona existe como miembro de una determinada clase, y todas las ideas, sin excepción, llevan su sello de clase.

    Los marxistas sostienen que la producción en la sociedad humana se desarrolla paso a paso, de lo inferior a lo superior, y que, en consecuencia, el conocimiento que el hombre tiene tanto de la naturaleza como de la sociedad se desarrolla también paso a paso, de lo inferior a lo superior, es decir, de lo superficial a lo profundo, de lo unilateral a lo multilateral. Durante un período muy largo en la historia, el hombre se vio circunscrito a una comprensión unilateral de la historia de la sociedad, ya que, por una parte, las clases explotadoras la deformaban constantemente debido a sus prejuicios, y, por la otra, la pequeña escala de la producción limitaba la visión del hombre. Sólo cuando surgió el proletariado moderno junto con gigantescas fuerzas productivas (la gran industria), pudo el hombre alcanzar una comprensión global e histórica del desarrollo de la sociedad y transformar este conocimiento en una ciencia, la ciencia del marxismo.

    Los marxistas sostienen que la práctica social del hombre es el único criterio de la verdad de su conocimiento del mundo exterior. Efectivamente, el conocimiento del hombre queda confirmado sólo cuando éste logra los resultados esperados en el proceso de la práctica social (producción material, lucha de clases o experimentación científica). Si el hombre quiere obtener éxito en su trabajo, es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus ideas con las leyes del mundo exterior objetivo; si no consigue esto, fracasa en la práctica. Después de sufrir un fracaso, extrae lecciones de él, modifica sus ideas haciéndolas concordar con las leyes del mundo exterior y, de esta manera, puede transformar el fracaso en éxito: he aquí lo que se quiere decir con "el fracaso es madre del éxito" y "cada fracaso nos hace más listos". La teoría materialista dialéctica del conocimiento coloca la práctica en primer plano; considera que el conocimiento del hombre no puede separarse ni en lo más mínimo de la práctica, y repudia todas las teorías erróneas que niegan su importancia o separan de ella el conocimiento. Lenin dijo: "La práctica es superior al conocimiento (teórico), porque posee no sólo la dignidad de la universalidad, sino también la de la realidad inmediata."[1] La filosofía marxista -- el materialismo dialéctico -- tiene dos características sobresalientes. Una es su carácter de clase: afirma explícitamente que el materialismo dialéctico sirve al proletariado. La otra es su carácter práctico: subraya la dependencia de la teoría respecto a la práctica, subraya que la práctica es la base de la teoría y que ésta, a su vez, sirve a la práctica. El que sea verdad o no un conocimiento o teoría no se determina mediante una apreciación subjetiva, sino mediante los resultados objetivos de la práctica social. El criterio de la verdad no puede ser otro que la práctica social. El punto de vista de la práctica es el punto de vista primero y fundamental de la teoría materialista dialéctica del conocimiento[2].

    Pero, ¿cómo el conocimiento humano surge de la práctica y sirve a su vez a la práctica? Para comprenderlo basta con mirar el proceso de desarrollo del conocimiento.

    En el proceso de la práctica, el hombre no ve al comienzo más que las apariencias, los aspectos aislados y las conexiones externas de las cosas. Por ejemplo, algunas personas de fuera vienen a Yenán en giras de investigación. En los primeros uno o dos días, ven su topografía, calles y casas, entran en contacto con muchas personas, asiste a recepciones, veladas y mítines, oyen todo tipo de conversaciones y leen diferentes documentos: todo esto son las apariencias de las cosas, sus aspectos aislados y sus conexiones externas. Esta etapa del conocimiento se denomina etapa sensorial, y es la etapa de las sensaciones y las impresiones. Esto es, las cosas de Yenán, aisladas, actuando sobre los órganos de los sentidos de los miembros del grupo de investigación, han provocado sensaciones en ellos y hecho surgir en su cerebro multitud de impresiones junto con una noción aproximativa de las conexiones externas entre dichas impresiones: ésta es la primera etapa del conocimiento. En esta etapa, el hombre no puede aún formar conceptos, que corresponden a un nivel más profundo, ni sacar conclusiones lógicas.

    A medida que continúa la práctica social, las cosas que en el curso de la práctica suscitan en el hombre sensaciones e impresiones, se presentan una y otra vez; entonces se produce en su cerebro un cambio repentino (un salto) en el proceso del conocimiento y surgen los conceptos. Los conceptos ya no constituyen reflejos de las apariencias de las cosas, de sus aspectos aislados y de sus conexiones externas, sino que captan las cosas en su esencia, en su conjunto y en sus conexiones internas. Entre el concepto y la sensación existe una diferencia no sólo cuantitativa sino también cualitativa. Continuando adelante, mediante el juicio y el razonamiento, se pueden sacar conclusiones lógicas. La expresión de la Crónica de los tres reinos[3]: "Frunció el entrecejo y le vino a la mente una estratagema", o la del lenguaje corriente: "Déjeme reflexionar", significan que el hombre, empleando conceptos en el cerebro, procede al juicio y al razonamiento. Esta es la segunda etapa del conocimiento. Los miembros del grupo de investigación, después de haber reunido diversos datos y, lo que es más, después de "haber reflexionado", pueden llegar al juicio de que "la política de frente único nacional antijaponés, aplicada por el Partido Comunista, es consecuente, sincera y genuina". Habiendo formulado este juicio, ellos pueden, si son también genuinos partidarios de la unidad para salvar a la nación, dar otro paso adelante y sacar la siguiente conclusión: "El frente único nacional antijaponés puede tener éxito." Esta etapa, la de los conceptos, los juicios y los razonamientos, es aún más importante en el proceso completo del conocimiento de una cosa por el hombre; es la etapa del conocimiento racional. La verdadera tarea del conocimiento consiste en llegar, pasando por las sensaciones, al pensamiento, en llegar paso a paso a la comprensión de las contradicciones internas de las cosas objetivas, de sus leyes y de las conexiones internas entre un proceso y otro, es decir, en llegar al conocimiento lógico. Repetimos: el conocimiento lógico difiere del conocimiento sensorial en que éste concierne a los aspectos aislados, las apariencias y las conexiones externas de las cosas, mientras que aquél, dando un gran paso adelante, alcanza al conjunto, a la esencia y a las conexiones internas de las cosas, pone al descubierto las contradicciones internas del mundo circundante y puede, por consiguiente, llegar a dominar el desarrollo del mundo circundante en su conjunto, en las conexiones internas de todos sus aspectos.

    Nadie antes del marxismo elaboró una teoría como ésta, la materialista dialéctica, sobre el proceso de desarrollo del conocimiento, el que se basa en la práctica y va de lo superficial a lo profundo. Es el materialismo marxista el primero en resolver correctamente este problema, poniendo en evidencia de. manera materialista y dialéctica el movimiento de profundización del conocimiento, movimiento por el cual el hombre, como ser social, pasa del conocimiento sensorial al conocimiento lógico en su compleja y constantemente repetida práctica de la producción y de la lucha de clases. Lenin dijo: "La abstracción de la materia, de una ley de la naturaleza, la abstracción del valor, etc., en una palabra, todas las abstracciones científicas (correctas, serias, no absurdas) reflejan la naturaleza en forma más profunda, veraz y completa."[4] El marxismo-leninismo sostiene que cada una de las dos etapas del proceso cognoscitivo tiene sus propias características: en la etapa inferior, el conocimiento se manifiesta como conocimiento sensorial y, en la etapa superior, como conocimiento lógico, pero ambas son etapas de un proceso cognoscitivo único. Lo sensorial y lo racional son cualitativamente diferentes; sin embargo, uno y otro no están desligados, sino unidos sobre la base de la práctica. Nuestra práctica testimonia que no podemos comprender inmediatamente lo que percibimos, y que podemos percibir con mayor profundidad sólo aquello que ya comprendemos. La sensación sólo resuelve el problema de las apariencias; únicamente la teoría puede resolver el problema de la esencia. La solución de ninguno de estos problemas puede separarse ni en lo más mínimo de la práctica. Quien quiera conocer una cosa, no podrá conseguirlo sin entrar en contacto con ella, es decir, sin vivir (practicar) en el mismo medio de esa cosa. En la sociedad feudal era imposible conocer de antemano las leyes de la sociedad capitalista, pues no había aparecido aún el capitalismo y faltaba la práctica correspondiente. El marxismo sólo podía ser producto de la sociedad capitalista. Marx, en la época del capitalismo liberal, no podía conocer concretamente, de antemano, ciertas leyes peculiares de la época del imperialismo, ya que no había aparecido aún el imperialismo, fase final del capitalismo, y faltaba la práctica correspondiente; sólo Lenin y Stalin pudieron asumir esta tarea. Aparte de su genio, la razón principal por la cual Marx, Engels, Lenin y Stalin pudieron crear sus teorías fue su participación personal en la práctica de la lucha de clases y de la experimentación científica de su tiempo; sin este requisito, ningún genio podría haber logrado éxito. La expresión: "Sin salir de su casa, el letrado sabe todo cuanto sucede en el mundo" no era más que una frase hueca en los tiempos antiguos, cuando la técnica estaba poco desarrollada; y en nuestra época de técnica desarrollada, aunque tal cosa es realizable, los únicos que tienen auténticos conocimientos de primera mano son las personas que en el mundo se dedican a la práctica. Y sólo cuando, gracias a la escritura y a la técnica, llegan al "letrado" los conocimientos que estas personas han adquirido en su práctica, puede éste, indirectamente, "saber todo cuanto sucede en el mundo". Para conocer directamente tal o cual cosa o cosas, es preciso participar personalmente en la lucha práctica por transformar la realidad, por transformar dicha cosa o cosas, pues es éste el único medio de entrar en contacto con sus apariencias; asimismo, es éste el único medio de poner al descubierto la esencia de dicha cosa o cosas y comprenderlas. Tal es el proceso cognoscitivo que en realidad siguen todos los hombres, si bien alguna gente, deformando deliberadamente los hechos, afirma lo contrario. La gente más ridícula del mundo son los "sabelotodo" que, recogiendo de oídas conocimientos fragmentarios y superficiales, se las dan de "máxima autoridad en el mundo", lo que testimonia simplemente su fatuidad. El conocimiento es problema de la ciencia y ésta no admite ni la menor deshonestidad ni la menor presunción; lo que exige es ciertamente lo contrario: honestidad y modestia. Si quieres conocer, tienes que participar en la práctica transformadora de la realidad. Si quieres conocer el sabor de una pera, tienes tú mismo que transformarla comiéndola. Si quieres conocer la estructura y las propiedades del átomo, tienes que hacer experimentos físicos y químicos, cambiar el estado del átomo. Si quieres conocer la teoría y los métodos de la revolución, tienes que participar en la revolución. Todo conocimiento auténtico nace de la experiencia directa. Sin embargo, el hombre no puede tener experiencia directa de todas las cosas y, de hecho, la mayor parte de nuestros conocimientos proviene de la experiencia indirecta, por ejemplo, todos los conocimientos de los siglos pasados y de otros países. Estos conocimientos fueron o son, para nuestros antecesores y los extranjeros, producto de la experiencia directa, y merecen confianza si en el curso de esa experiencia directa se ha cumplido la condición de "abstracción científica" de que hablaba Lenin y si reflejan de un modo científico la realidad objetiva; en caso contrario, no la merecen. Por eso, los conocimientos de una persona los constituyen sólo dos sectores: uno proviene de la experiencia directa y el otro, de la experiencia indirecta. Además, lo que para mí es experiencia indirecta, constituye experiencia directa para otros. Por lo tanto, considerados en su conjunto, los conocimientos, sean del tipo que fueren, no pueden separarse de la experiencia directa. Todo conocimiento se origina en las sensaciones que el hombre obtiene del mundo exterior objetivo a través de los órganos de los sentidos; no es materialista quien niegue la sensación, niegue la experiencia directa, o niegue la participación personal en la práctica transformadora de la realidad. Es por esto que los "sabelotodo" son ridículos. Un antiguo proverbio chino dice: "Si uno no entra en la guarida del tigre, ¿cómo podrá apoderarse de sus cachorros?" Este proverbio es verdad tanto para la práctica del hombre como para la teoría del conocimiento. No puede haber conocimiento al margen de la práctica.

    Para poner en claro el movimiento materialista dialéctico del conocimiento, movimiento de profundización gradual del conocimiento, surgido sobre la base de la práctica transformadora de la realidad, daremos a continuación otros ejemplos concretos.

    En el período inicial de su práctica, período de destrucción de las máquinas y de lucha espontánea, el proletariado se encontraba, en cuanto a su conocimiento de la sociedad capitalista, sólo en la etapa del conocimiento sensorial; conocía sólo los aspectos aislados y las conexiones externas de los diversos fenómenos del capitalismo. En esa época, el proletariado era todavía una "clase en sí". Sin embargo, el proletariado se convirtió en una "clase para sí" cuando, entrando en el segundo período de su práctica, período de lucha económica y política consciente y organizada, llegó a comprender la esencia de la sociedad capitalista, las relaciones de explotación entre las clases sociales y sus propias tareas históricas, gracias a su práctica, a su variada experiencia de largos años de lucha y a su educación en la teoría marxista, resumen científico hecho por Marx y Engels de dicha experiencia.

    Lo mismo pasó con el conocimiento del pueblo chino respecto al imperialismo. La primera etapa fue la del conocimiento sensorial, superficial, tal como se manifestó en las indiscriminadas luchas contra los extranjeros, ocurridas durante los movimientos del Reino Celestial Taiping, del Yijetuan y otros. Sólo en la segunda etapa, la del conocimiento racional, el pueblo chino discernió las diferentes contradicciones internas y externas del imperialismo y comprendió la verdad esencial de que el imperialismo, en alianza con la burguesía compradora y la clase feudal, oprimía y explotaba a las amplias masas populares de China; tal conocimiento no comenzó sino por la época del Movimiento del 4 de Mayo de 1919.

    Veamos ahora la guerra. Si los dirigentes militares carecen de experiencia militar, no podrán comprender en la etapa inicial las leyes profundas que rigen la dirección de una guerra específica (por ejemplo, nuestra Guerra Revolucionaria Agraria de los últimos diez años). En la etapa inicial, sólo vivirán la experiencia de numerosos combates y, lo que es más, sufrirán muchas derrotas. Sin embargo, esta experiencia (la experiencia de los combates ganados y, sobre todo, la de los perdidos) les permitirá comprender lo que por dentro articula toda la guerra, es decir, las leyes de esa guerra específica, comprender su estrategia y sus tácticas, y de este modo, dirigirla con seguridad. Si en ese momento se confía el mando de la guerra a una persona inexperta, ella también tendrá que sufrir una serie de derrotas (es decir, adquirir experiencia) antes de poder comprender las verdaderas leyes de la guerra.

    Con frecuencia, de algún camarada que no tiene coraje para aceptar una tarea, oímos decir: "No estoy seguro de poder cumplirla." ¿Por qué no está seguro de sí mismo? Porque no comprende el contenido y las circunstancias de ese trabajo según las leyes que lo rigen, porque no ha tenido o ha tenido muy poco contacto con semejante trabajo, de modo que no se puede ni hablar de que conozca tales leyes. Pero, después de un análisis detallado de la naturaleza y las circunstancias de ese trabajo, se sentirá relativamente seguro de sí mismo y lo aceptará de buen grado. Si se dedica a él por algún tiempo y adquiere experiencia, y si está dispuesto a examinar la situación con prudencia, en vez de abordarla de una manera subjetiva, unilateral y superficial, será capaz de llegar por sí mismo a conclusiones sobre cómo debe hacer el trabajo y lo hará con mucho mayor coraje. Sólo quienes abordan los problemas de manera subjetiva, unilateral y superficial, dictan órdenes presuntuosamente apenas llegan a un nuevo lugar, sin considerar las circunstancias, sin examinar las cosas en su totalidad (su historia y su situación actual en conjunto) ni penetrar en su esencia (su naturaleza y las conexiones internas entre una cosa y otras). Semejantes personas tropiezan y caen inevitablemente.

    Así se ve que el primer paso en el proceso del conocimiento es el contacto con las cosas del mundo exterior; esto corresponde a la etapa de las sensaciones. El segundo es sintetizar los datos proporcionados por las sensaciones, ordenándolos y elaborándolos; esto corresponde a la etapa de los conceptos, los juicios y los razonamientos. Sólo cuando los datos proporcionados por las sensaciones son muy ricos (no fragmentarios e incompletos) y acordes con la realidad (no ilusorios), pueden servir de base para formar conceptos correctos y una lógica correcta.

    Aquí hay que subrayar dos puntos importantes. El primero, que se ha señalado más arriba pero que conviene reiterar, es la dependencia del conocimiento racional respecto al conocimiento sensorial. Es idealista quien considere posible que el conocimiento racional no provenga del conocimiento sensorial. En la historia de la filosofía existe la escuela "racionalista", que sólo reconoce la realidad de la razón y niega la realidad de la experiencia, considerando que sólo es digna de crédito la razón y no la experiencia sensorial; su error consiste en trastrocar los hechos. Lo racional merece crédito precisamente porque dimana de lo sensorial; de otro modo, lo racional sería arroyo sin fuente, árbol sin raíces, algo subjetivo, autogenerado e indigno de confianza. En el orden que sigue el proceso del conocimiento, la experiencia sensorial viene primero; si subrayamos la importancia de la práctica social en el proceso del conocimiento, es porque sólo ella puede dar origen al conocimiento humano y permitir al hombre comenzar a adquirir experiencia sensorial del mundo exterior objetivo. Para una persona que cierra los ojos y se tapa los oídos y se aísla totalmente del mundo exterior objetivo, no hay conocimiento posible. El conocimiento comienza con la experiencia: éste es el materialismo de la teoría del conocimiento.

    El segundo punto es que el conocimiento necesita profundizarse, necesita desarrollarse de la etapa sensorial a la racional: ésta es la dialéctica de la teoría del conocimiento[5]. Pensar que el conocimiento puede quedarse en la etapa inferior, sensorial, y que sólo es digno de crédito el conocimiento sensorial y no el racional, significa caer en el "empirismo", error ya conocido en la historia. El error de esta teoría consiste en ignorar que los datos proporcionados por las sensaciones, aunque constituyen reflejos de determinadas realidades del mundo exterior objetivo (aquí no me refiero al empirismo idealista, que reduce la experiencia a la llamada introspección), no pasan de ser unilaterales y superficiales, reflejos incompletos de las cosas, que no traducen su esencia. Para reflejar plenamente una cosa en su totalidad, para reflejar su esencia y sus leyes internas, hay que proceder a una operación mental, someter los ricos datos suministrados por las sensaciones a una elaboración que consiste en desechar la cáscara para quedarse con el grano, descartar lo falso para conservar lo verdadero, pasar de un aspecto a otro y de lo externo a lo interno, formando así un sistema de conceptos y teorías; es necesario dar un salto del conocimiento sensorial al racional. Los conocimientos así elaborados no son menos substanciosos ni menos dignos de confianza. Por el contrario, todo aquello que en el proceso del conocimiento ha sido científicamente elaborado sobre la base de la práctica, refleja la realidad objetiva, como dice Lenin, en forma más profunda, veraz y completa. Los "prácticos" vulgares no proceden así; respetan la experiencia pero desprecian la teoría, y en consecuencia no pueden tener una visión que abarque un proceso objetivo en su totalidad, carecen de una orientación clara y de una perspectiva de largo alcance, y se contentan con sus éxitos ocasionales y con fragmentos de la verdad. Si esas personas dirigen una revolución, la conducirán a un callejón sin salida.

    El conocimiento racional depende del conocimiento sensorial, y éste necesita desarrollarse hasta convertirse en conocimiento racional: tal es la teoría materialista dialéctica del conocimiento. En la filosofía, ni el "racionalismo" ni el "empirismo" entienden el carácter histórico o dialéctico, del conocimiento, y aunque cada una de estas escuelas contiene un aspecto de la verdad (me refiero al racionalismo y al empirismo materialistas, y no idealistas), ambas son erróneas en cuanto a la teoría del conocimiento en su conjunto. El movimiento materialista dialéctico del conocimiento desde lo sensorial a lo racional ocurre tanto en un pequeño proceso cognoscitivo (por ejemplo, conocer una sola cosa, un solo trabajo) como en uno grande (por ejemplo, conocer una sociedad o una revolución).

    Sin embargo, el movimiento del conocimiento no acaba ahí. Detener el movimiento materialista dialéctico del conocimiento en el conocimiento racional, sería tocar sólo la mitad del problema y, más aún, según la filosofía marxista, la mitad menos importante. La filosofía marxista considera que el problema más importante no consiste en comprender las leyes del mundo objetivo para estar en condiciones de interpretar el mundo, sino en aplicar el conocimiento de esas leyes para transformarlo activamente. Para el marxismo, la teoría es importante, y su importancia está plenamente expresada en la siguiente frase de Lenin: "Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario."[6] Pero el marxismo subraya la importancia de la teoría precisa y únicamente porque ella puede servir de guía para la acción. Si tenemos una teoría justa, pero nos contentamos con hacer de ella un tema de conversación y la dejamos archivada en lugar de ponerla en práctica, semejante teoría, por buena que sea, carecerá de significación. El conocimiento comienza por la práctica, y todo conocimiento teórico, adquirido a través de la práctica, debe volver a ella. La función activa del conocimiento no solamente se manifiesta en el salto activo del conocimiento sensorial al racional, sino que también, lo que es más importante, debe manifestarse en el salto del conocimiento racional a la práctica revolucionaria. El conocimiento que alcanza las leyes del mundo hay que dirigirlo de nuevo a la práctica transformadora del mundo, hay que aplicarlo nuevamente a la práctica de la producción, a la práctica de la lucha de clases revolucionaria y de la lucha nacional revolucionaria, así como a la práctica de la experimentación científica. Este es el proceso de comprobación y desarrollo de la teoría, la continuación del proceso global del conocimiento. El problema de saber si una teoría corresponde a la verdad objetiva no se resuelve ni puede resolverse completamente en el arriba descrito movimiento del conocimiento desde lo sensorial a lo racional. El único medio para resolver completamente este problema es dirigir de nuevo el conocimiento racional a la práctica social, aplicar la teoría a la práctica y ver si conduce a los objetivos planteados. Muchas teorías de las ciencias naturales son reconocidas como verdades no sólo porque fueron creadas por los científicos, sino porque han sido comprobadas en la práctica científica ulterior. Igualmente, el marxismo-leninismo es reconocido como verdad no sólo porque esta doctrina fue elaborada científicamente por Marx, Engels, Lenin y Stalin, sino porque ha sido comprobada en la ulterior práctica de la lucha de clases revolucionaria y de la lucha nacional revolucionaria. El materialismo dialéctico es una verdad universal porque nadie, en su práctica, puede escapar a su dominio. La historia del conocimiento humano nos enseña que la verdad de muchas teorías era incompleta y que la comprobación en la práctica ha permitido completarla. Numerosas teorías eran erróneas, y la comprobación en la práctica ha permitido corregirlas. Es por esto que la práctica es el criterio de la verdad y que "el punto de vista de la vida, de la práctica, debe ser el punto de vista primero y funda mental de la teoría del conocimiento"[7]. Stalin tenía razón al decir: "[. . .] la teoría deja de tener objeto cuando no se halla vinculada a la práctica revolucionaria, exactamente del mismo modo que la práctica es ciega si la teoría revolucionaria no alumbra su camino."[8]

    ¿Se consuma aquí el movimiento del conocimiento? Nuestra respuesta es sí y no. Cuando los hombres, como seres sociales, se dedican a la práctica transformadora de un determinado proceso objetivo (sea natural o social) en una etapa determinada de su desarrollo, pueden, a consecuencia del reflejo del proceso objetivo en su cerebro y de su propia actividad consciente, hacer avanzar su conocimiento desde lo sensorial a lo racional, y crear ideas, teorías, planes o proyectos que correspondan, en términos generales, a las leyes que rigen el proceso objetivo en cuestión. Luego, aplican estas ideas, teorías, planes o proyectos a la práctica del mismo proceso objetivo. Si alcanzan los objetivos planteados, es decir, si en la práctica de este mismo proceso logran hacer realidad las ideas, teorías, planes o proyectos previamente formulados, o hacerlos realidad en líneas generales, entonces puede considerarse consumado el movimiento del conocimiento de este proceso específico. Pueden darse por logrados los objetivos previstos cuando, por ejemplo, en el proceso de transformar la naturaleza, se realiza un proyecto de ingeniería, se verifica una hipótesis científica, se fabrica un utensilio o se cosecha un cultivo, o, en el proceso de transformar la sociedad, se gana una huelga, se vence en una guerra, o se cumple un plan educacional. Sin embargo, por lo general, tanto en la práctica que transforma la naturaleza como en la que transforma la sociedad, muy rara vez se realizan sin ninguna alteración las ideas, teorías, planes o proyectos previamente elaborados por el hombre. Esto se debe a que la gente que se dedica a la transformación de la realidad está siempre sujeta a numerosas limitaciones; no sólo se encuentra limitada por las condiciones científicas y técnicas existentes, sino también por el desarrollo del propio proceso objetivo y el grado en que éste se manifiesta (aún no se han revelado plenamente los diferentes aspectos y la esencia del proceso objetivo). En esta situación, debido a que en el curso de la práctica se descubren circunstancias imprevistas, con frecuencia se modifican parcialmente y a veces incluso completamente las ideas, teorías, planes o proyectos. Dicho de otra manera, se dan casos en que las ideas, teorías, planes o proyectos originales no corresponden, en parte o en todo, a la realidad, son parcial o totalmente erróneos. A menudo, sólo después de repetidos fracasos se logra corregir los errores en el conocimiento y hacer concordar a éste con las leyes del proceso objetivo y, por consiguiente, transformar lo subjetivo en objetivo, es decir, obtener en la práctica los resultados esperados. En todo caso, cuando se llega a este punto, puede considerarse consumado el movimiento del conocimiento humano respecto a un proceso objetivo dado en una etapa determinada de su desarrollo.

    Sin embargo, considerado el proceso en su avance, el movimiento del conocimiento humano no está consumado. En virtud de sus contradicciones y luchas internas, todo proceso, sea natural o social, avanza y se desarrolla, y, en consonancia con ello, también tiene que avanzar y desarrollarse el movimiento del conocimiento humano. En cuanto a los movimientos sociales, los auténticos dirigentes revolucionarios no sólo deben saber corregir los errores que se descubran en sus ideas, teorías, planes o proyectos, corno ya se ha dicho anteriormente, sino que, además, cuando un determinado proceso objetivo avanza y cambia pasando de una etapa de desarrollo a otra, ellos deben saber avanzar y cambiar, a la par, en su conocimiento subjetivo, y conseguir que todos los que participan en la revolución hagan lo mismo, es decir, deben saber plantear, de acuerdo con los nuevos cambios producidos en la situación, nuevas tareas revolucionarias y nuevos proyectos de trabajo. En un período revolucionario, la situación cambia con mucha rapidez, y si el conocimiento de los revolucionarios no cambia también rápidamente en conformidad con la situación, ellos no serán capaces de conducir la revolución a la victoria.

    No obstante, sucede a menudo que el pensamiento se rezaga respecto a la realidad; esto se debe a que el conocimiento del hombre está limitado por numerosas condiciones sociales. Nos oponemos a los testarudos en las filas revolucionarias, cuyo pensamiento no progresa en concordancia con las circunstancias objetivas cambiantes y se ha manifestado en la historia como oportunismo de derecha. Estas personas no ven que la lucha de los contrarios ha hecho avanzar el proceso objetivo, mientras que su conocimiento se halla atascado aún en la vieja etapa. Esto es característico del pensamiento de todos los testarudos. Su pensamiento está apartado de la práctica social, y ellos no son capaces de ir delante guiando el carro de la sociedad; se limitan a ir a la rastra, refunfuñando que el carro marcha demasiado rápido y tratando de hacerlo retroceder o dar media vuelta y regresar.

    Nos oponemos también a la huera palabrería "izquierdista". El pensamiento de los "izquierdistas" pasa por encima de una determinada etapa de desarrollo del proceso objetivo; algunos toman sus fantasías por verdades, otros pretenden realizar a la fuerza en el presente ideales sólo realizables en el futuro. Alejado de la práctica presente de la mayoría de las personas y de la realidad del momento, su pensamiento se traduce en la acción como aventurerismo.

    El idealismo y el materialismo mecanicista, el oportunismo y el aventurerismo, se caracterizan por la ruptura entre lo subjetivo y lo objetivo, por la separación entre el conocimiento y la práctica. La teoría marxista-leninista del conocimiento, caracterizada por la práctica social científica, no puede dejar de oponerse categóricamente a estas concepciones erróneas. Los marxistas reconocen que, en el proceso general absoluto del desarrollo del universo, el desarrollo de cada proceso determinado es relativo y que, por eso, en el torrente infinito de la verdad absoluta, el conocimiento humano de cada proceso determinado en una etapa dada de desarrollo es sólo una verdad relativa. La suma total de las incontables verdades relativas constituye la verdad absoluta[9]. El desarrollo de todo proceso objetivo está lleno de contradicciones y luchas, y también lo está el desarrollo del movimiento del conocimiento humano. Todo movimiento dialéctico del mundo objetivo se refleja, tarde o temprano, en el conocimiento humano. En la práctica social, el proceso de nacimiento, desarrollo y extinción es infinito. Y así lo es el proceso de nacimiento, desarrollo y extinción en el conocimiento humano. A medida que avanza cada vez más lejos la práctica del hombre que transforma la realidad objetiva de acuerdo con determinadas ideas, teorías, planes o proyectos, más y más profundo se va haciendo el conocimiento que de la realidad objetiva tiene el hombre. Nunca terminará el movimiento de cambio en el mundo de la realidad objetiva, y tampoco tendrá fin la cognición de la verdad por el hombre a través de la práctica. El marxismo-leninismo no ha agotado en modo alguno la verdad, sino que en el curso de la práctica abre sin cesar el camino hacia su conocimiento. Nuestra conclusión es la unidad concreta e histórica de lo subjetivo y lo objetivo, de la teoría y la práctica, del saber y el hacer, y nos oponemos a todas las ideas erróneas, de "izquierda" o de derecha, ideas que se separan de la historia concreta.

    En la presente época del desarrollo de la sociedad, la historia ha hecho recaer sobre los hombros del proletariado y su partido la responsabilidad de conocer correctamente el mundo y transformarlo. Este proceso, el de la práctica transformadora del mundo, que está determinado con arreglo al conocimiento científico, ha llegado ya a un momento histórico en China y en toda la Tierra, a un gran momento sin precedentes en la historia, esto es, el momento de acabar completamente con las tinieblas en China y en el resto de la Tierra, y transformar nuestro mundo en un mundo luminoso, nunca visto antes. La lucha del proletariado y de los pueblos revolucionarios por la transformación del mundo implica el cumplimiento de las siguientes tareas: transformar el mundo objetivo y, al mismo tiempo, transformar su propio mundo subjetivo, esto es, su propia capacidad cognoscitiva y las relaciones entre su mundo subjetivo y el objetivo. Estas transformaciones ya están en marcha en una parte del globo terrestre, la Unión Soviética. Allí se sigue promoviendo este proceso de transformaciones. Los pueblos de China y del resto del orbe también están pasando o pasarán por semejante proceso. Y el mundo objetivo a transformar incluye también a todas las personas opuestas a estas transformaciones, personas que tienen que pasar por una etapa de coacción antes de poder entrar en la etapa de transformación consciente. La época en que la humanidad entera proceda de manera consciente a su propia transformación y a la del mundo, será la época del comunismo mundial.

    Descubrir la verdad a través de la práctica y, nuevamente a través de la práctica, comprobarla y desarrollarla. Partir del conocimiento sensorial y desarrollarlo activamente convirtiéndolo en conocimiento racional; luego, partir del conocimiento racional y guiar activamente la práctica revolucionaria para transformar el mundo subjetivo y el mundo objetivo. Practicar, conocer, practicar otra vez y conocer de nuevo. Esta forma se repite en infinitos ciclos, y, con cada ciclo, el contenido de la práctica y del conocimiento se eleva a un nivel más alto. Esta es en su conjunto la teoría materialista dialéctica del conocimiento, y ésta es la teoría materialista dialéctica de la unidad entre el saber y el hacer.


NOTAS

              [1] V. I. Lenin: Resumen del libro de Hegel " Ciencia de la lógica ".    [pág. 319]
  [2] Véanse C. Marx, Tesis sobre Feuerbach y V. I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, II, 6.    [pág. 319]
  [3] Célebre novela histórica china escrita por Luo Kuan-chung (¿1330-1400?).    [pág.   
        320]
  [4] V. I. Lenin: Resumen del libro de Hegel " Ciencia de la lógica ".    [pág. 321]
  [5] V. I. Lenin dice: "Para comprender, hay que comenzar a comprender y a estudiar de
        una manera empírica, y elevares de lo empírico a lo general." Ibíd.    [pág. 325]
  [6] V. I. Lenin: ¿Qué Hacer?, I, d.    [pág. 327]
  [7] V. I. Lenin: Materialismo y empiriocriticismo, II, 6.    [pág. 328]
  [8] J. V. Stalin: "Los fundamentos del leninismo", III.    [pág. 328]
  [9] Véase V. I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, II, 5.    [pág. 330]